Tenemos
la gran suerte de tener siempre cerca de nosotros una extensa cadena de centros
de formación, que no entienden de política, que están siempre a nuestra
disposición, pues no cierran ni festivos ni por vacaciones, ni tan siquiera por
inclemencias del tiempo y de los cuales podemos usar sus servicios desde que
nacemos hasta el final de nuestros días, siendo sus enseñanzas totalmente
gratuitas. Este excelso docente se llama Naturaleza.
Siguiendo
la tónica de mis escritos, en los que pretendo aprender intentando ayudar a los
demás, te invito a que me acompañes en mis reflexiones y que, desde las tuyas
propias, trates de descubrir algo nuevo que te facilite el avance en los
andares por esta vida.
Los
científicos descubrirán, o demostrarán, o ambas cosas a la vez, que la energía
que mueve al mundo es producida por las emociones.
Hoy
es un día muy especial para mí, pues nunca más en la vida tendré la energía
específica que me está produciendo la emoción que estoy viviendo, para escribir
un post como éste.
Si
has llegado hasta aquí te felicito, pues veo que estás dispuest@ a hacer algo
positivo para ti. Sigamos.
Hay
un acto en la naturaleza que, aunque normalmente no es habitual contemplar en
directo, sí lo es que, al visionar sus imágenes nos emocione. Se trata de
cuando los polluelos de las aves inician su primer vuelo. Risas, admiración,
sorpresa, pena (algunos se pegan cada leñazo…), todo menos indiferencia.
¿Qué
crees que deben pensar los polluelos al lanzarse, y nunca mejor dicho, a la
aventura de volar? ¿Y los padres? ¿Crees que le dicen que es tonto al que no le
sale bien el primer intento de vuelo? ¿Crees que se entristecen porque la prole
levanta el vuelo? ¿Será motivo, porque todos se van, para no volver a criar el
próximo año?
Bien
dejemos de volar y con los pies en el suelo pensemos en nosotros.
¿Qué
está haciendo la sociedad, el hombre, actualmente que pone tantas dificultades
para que sus vástagos puedan emprender el vuelo?
Me
pregunto si a las aves les ocurre como a los humanos, que estamos deseando ver
a nuestros hijos volar, que lo aceptamos por ser lógica ley de vida, pero
cuando les llega el momento de saltar, nos duele que una parte de nosotros, que
les acompañará siempre en sus vuelos, se despegue de nosotros mismos.
La
intensidad de este sentimiento, aparte de otras cosas, vendrá dada por lo que
llamo yo las “dos des”: distancia y destino. El destino del vuelo puede ser
simplemente para independizarse, para formar un nuevo hogar o para ingresar en
una institución militar u orden religiosa. Y en cuanto a la distancia ésta
puede ser desde la vuelta de la esquina hasta a miles de kilómetros.
Y
ahora, si tienes treinta segundos, te invito a que reflexiones sobre este tema,
con la ventaja de que hoy puedes elegirlo según tu circunstancia.
¿Cómo
crees que será o cómo fue tu primer vuelo? o si eres padre o madre ¿Qué
sentiste cuando tus hijos abandonaron el nido? Te puedo asegurar que esto, es o
será, un hito en la historia de tu vida, por ello, si todavía no lo has hecho,
ahora, de forma consciente, aprovecha para agradecer esta experiencia, ya sea
pasada o futura.
Gracias.
Salud y Paz
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